Puede que estés escuchando la
versión de Eddie my love que hicieron
las Dee Dee Sharp, o puede que te
hayas entretenido con las mentes
sospechosas de Elvis, o puede
que no. Hay a quien le da por ahí e incluso cosas peores como leerse como si
fuera una novela o creyéndose que es un tratado sobre la caída de la monarquía
el Republicanismo de Philip Pettit. El colmo puede ser
encerrarse para ver en Blue Ray películas de Victor Erice sin pestañear a la vez que se desdeña la crítica de lo
que será la siguiente película de Woody Allen.
El estío es lo que tiene, su parte de hastío, esas duermevelas sudorosas en la
playa, el sinvivir de pasárselo bien a la fuerza, los fichajes de verano…y
mucha más melancolía, pese a lo que digan, que cualquier otra estación del año.
En cualquier caso la felicidad está sobrevalorada.
Cuando era niño el verano era
mucho más largo, parecía eterno para lo bueno y para lo malo. Las tarde mirando
por el cierro para saber cuando abría Ricardo para ir a comprar el Extra de
Verano de Mortadelo, el olor a lejía
de la limpieza del viernes por la tarde, las salidas a “ver escaparates”,- autentica gymkhana ciudadana de la que me dan fe
que yo no era el único participante obligado por madres de poco poder
adquisitivo,- la playa omnipresente y sin protector solar que para eso molaba
ir despellejado, y ese deseo que operaba en mi a partir de mediados de agosto
de que llegara el colegio, la ocupación y que desapareciese la obligación de
pasarlo bien y estar contento. Como no soy niño de posguerra a mi no me
conmueven que las bicicletas sean para el verano. Soy hijo del desarrollismo,
el cemento, las caravanas para entrar o salir de La
Barrosa (playa que conocí ya con abundante pelusilla en
el bigote), soy de los de Felipe, Aznar e incluso Zapatero,
que ya Mariano me parece de otro
planeta…y creo que no seré de nadie más como nadie más será mío.
Los verano son whatssapp, se acabó la romántica
espera, ya sabemos que nadie está fuera de nuestro alcance y podemos medir
afinidades en número de mensajes cruzados o en silencios sospechosos mientras
vemos que esta “line”. Ya ni siquiera
sabemos hablar por teléfono, -autentico commodities
de la auténtica comunicación.-, las únicas cartas que recibimos son de los
bancos y la parte más vista de los telediarios es la información meteorológica.
La comunicación en un “doble check”.
Esa es la verdadera religión. Ya no se dan besos, se dan “Bs.”. Ya nadie se alegra de verte porque te tienen muy “visto” en
el Chat y a ay quien se atreva a
intentar mantener una amistad sin doble check ¿Qué es eso de tener una relación
sin whatssapp? Una ordinariez. En los conciertos ya no se llevan mecheros que
para eso están los smartphones, que
nos permiten además cuando queremos cortar una conversación o una relación no
tener que disimular, sale “line”pero
no hay mensaje y por más que te empeñes no hay doble check.
El verano siempre es el final del
verano, que ya lo decían el Dúo Dinámico, y más ahora que pasa tan rápido, tanto que a
poco que no espabile tengo que hablar del otoño. Un verano de tragedias que
viajaban en tren, de primarias que no fueron, de un Presidente entre sobres y
sobras, de fútbol (como casi siempre),
de conciertos multitudinarios, de carteleras de cine inanes, de levante de
cuatro barras en el estrecho, de turistas de calcetines blancos y bermudas
imposibles, de ilusiones perdidas, de decepciones decepcionantes.
El próximo post que escriba lo
haré estando de vacaciones y este año, a diferencia del anterior, no le daré
asueto al lápiz que se me va el tiempo entre los dedos y es como si los
fumadores de tiempo del Momo de Michael Ende se metieran tres trócolas
en la boca a la vez y los días de esa manera ya no duren veinticuatro horas
como dios manda. Entretanto y mientras llega el próximo post pasaran las mismas
cosas de siempre pero más rápidas: un concierto, la playa, dormir poco, soñar
mucho (all I have to do is dream, -Everly Brothers dixit-), comer menos,
pensar lo justo, leer lo que caiga, esa música que no falte, películas
pirateadas, ilusiones tornadas en desilusiones, decepciones sobrevenidas…pero
llegará otro verano, con whatssapp o sin whatssapp, y podremos seguir
asistiendo al pequeño milagro de seguir viviendo mientras la alternativa sea tan
poco saludable.
Mientras, disfruten como puedan,
como hacen los Testigos de Jehová
todos los años en el Carranza, o los fieles al entierro de la caballa, no hay
que olvidar que desde Puerta de Tierra hasta el Hospicio, -y más allá, que
diría Buzz Lightyear-, Cádiz está de fiesta todo el verano. Sayonara
Baby