GEOGRAFÍAS HUMANAS

SOCIEDAD, POLÍTICA, COMUNICACIÓN...

martes, 3 de agosto de 2010

LIDERAZGO Y POLITICA. Iª parte

Cuando Felipe González el 28 de octubre de 1.982 se dirigía a la nación después de haber obtenido una abrumadora mayoría en las elecciones generales en ese mismo día, cientos de miles, posiblemente millones de personas en todos los rincones de España celebraban por todo lo alto esa victoria entre la emoción que producía el que el histórico Partido Socialista Obrero Español alcanzara el poder después de tantos años de dictadura y una modélica transición como por el hecho de ver convertido a Felipe en el Presidente de España y los españoles. Es decir había cierta compatibilidad, más que cierta, evidente, entre el sentimiento socialista-progresista y la victoria de un líder. Y entre esos más de diez millones de votos tengo claro que alguno que otro, multitud, era un voto al líder, como en elecciones anteriores fué a Adolfo Suarez al que se le reconocía popularmente como piloto de la transición.

Dicho eso, si vale esta interpretación histórica podríamos señalar para comenzar nuestro artículo que, si hablamos de elecciones, está claro que valen las siglas, la llamada marca del Partido en cuestión, pero que también vale, se necesita y se vota a un líder. Una marca que para la mayoría de sus votantes entronca directamente con sus sentimientos, ilusiones y pasiones, y desde luego un líder que verbaliza esas emociones, sentimientos...Veamos.

Pero, ¿un líder?...y ¿por qué? ¿para qué? La conclusión la he aventurado en el párrafo anterior pero, ¿no decimos mil veces que lo importante son los programas, las acciones de gobierno? ¿no nos pasamos la vida hablando "de los problemas que interesan a la gente"? ¿no es cierto que lo que al final nos interesa es si me bajan o suben impuestos, a qué se van a dedicar éstos, si suben las becas o bajan las hipotecas? Claro que eso nos interesa pero...¿votamos realmente sobre esos presupuestos y sobre el libro de medidas que cada partido ofrece como oferta electoral?...

Años antes de la victoria socialista en el 82, el propio Felipe González en el 28º Congreso del PSOE sorprendía a todos cuando renunciaba a la Secretaría General del Partido por el voto negativo de los delegados en el Congreso a la ponencia en la que se abandonaba el Marxismo como corpus ideológico, avanzándose en el modelo, como se decía entonces, del Socialismo Democrático. "Hay que ser Socialista, antes que Marxista". Esta frase quedó como icono de este Congreso y marcaría la evolución del PSOE y del, me atrevería a decir, propio país. Ese día Felipe perdió el Congreso pero se ganó el favor de millones de ciudadanos.

La evolución democrática de este país ha sido apabullante, 32 años después de la promulgación de la Constitución, España se configura como un Estado moderno, avanzado en libertades, referencia en su modelo. Un modelo que ha consolidado las políticas del Bienestar universalizando la educación, la atención sanitaria...han sido las políticas, pero ¿Han sido solo las políticas? Sin duda. No. Permitirme volver a Felipe y al ejercicio de su liderazgo. Preguntado en una entrevista en plena campaña electoral del 82 sobre su slogan "vota PSOE. Por el Cambio". La pregunta en cuestión no era otra que cual era el significado de ese Cambio. "¿Qué era el "cambio?" la respuesta de Felipe fué contundente: "el cambio es que España funcione". Acababa de ganar otro gran montón de votos. Esa era la cuestión, había conseguido interpretar los anhelos de la ciudadanía, la cual quería un país normal como esos otros países de Europa a los que tanto admirábamos, y queríamos funcionar como ellos, en una democracia plena, modernizando nuestras estructuras sociales, económicas, culturales...y Felipe dijo "quiero que España funcione".

La capacidad de ilusionar, en determinados momentos históricos, a la ciudadanía, más que con los programas o acciones de los distintos gobiernos, está en relación con la puesta en marcha de mecanismos íntimos que tienen mucho que ver con lo abstracto, y ésto, con nuestros sentimientos y emociones.

Aunque no fué el primero que teorizó sobre la cuestión, Daniel Goleman con su best seller "la inteligencia emocional" en 1.995 y a través de distintos estudios, establecía como principio, que más que un cerebro, tenemos dos mentes: una racional y otra emocional "una mente que piensa y otra mente que siente" decía. La mente analítica que desgrana, que suma y que resta, la que me dice si me interesa que suban o no tal o cual impuesto. y la mente que siente, aquella que me permite emocionarme e ilusionarme frente al porvenir. "Emocionarme y emocionar. Esta es la clave. Emocionarse por el cambio social, por las nuevas ideas y por los retos. Solo así es posible emocionar". En su magnífico artículo "la política de las emociones" Antoni Gutierrez-Rubí, nos establece la necesidad de que el "relato" progresista insista en esta política para tener éxito.

El mismísimo Barak Obama ya en su libro, donde nos muestra su oferta ideológica, nos los titula con un declaración de intenciones muy en la línea de lo que venimos diciendo: "La audacia de la Esperanza. Como restaurar el sueño americano". Su clave fué despertar ilusión, no vender ilusión. Evidentemente todo esto aderezado con una muy inteligente campaña, la cual arranca practicamente en 2.004 en la Convención Demócrata y en su discurso de inauguración: "Esperanza. Esperanza frente a la dificultad. Esperanza frente a la incertidumbre. ¡La audacia de la esperanza! Creer en aquello que no se ve. Creer que nos espera un futuro mejor". Perfecto. De ese discurso directamente a la carrera victoriosa a la Casa Blanca. ¿Qué programa concreto resaltó?: Creer en lo que no se ve. Seguramente, los que estuvieron presentes en ese discurso, o en otros del Sr. Obama en todos estos años, excepto sesudos analistas, casi todos recordarán más que palabras concretas o recetas de gobierno, recordaran estados de ánimo. Pues bien, ahí está la clave para el relato progresista, para el ejercicio del liderazgo al que nos queremos referir, un ejercicio de inteligencia emocional que según Howard Gadner abarca cinco competencias básicas:

1.- El conocimiento de las propias emociones. Reconocer un sentimiento en el mismo momento en el que aparece constituye un eje de la inteligencia emocional.
2.-La capacidad para controlar las emociones y adecuarlas al momento. La Habilidad para recuperarse de los malos tragos de la vida.
3.-La capacidad para motivarse uno mismo.
4.-El reconocimiento de las emociones ajena. La Empatía.
5.-El control de las relaciones como habilidad para mantener de manera adecuada las relaciones con las emociones de los demás. Las relaciones interpersonales.

Analizaremos en los próximos artículos (entradas) en el Blog sobre estas competencias y profundizaremos sobre el liderazgo en Política

1 comentario:

Anónimo dijo...

El mejor liderazgo en el ámbito de la política es aquel que viene acompañado no sólo de un "ideario", si no de un modelo de gestión, organización e implamenteción. No hay liderazgo auténtico y eficaz basado en palabras si no acompañan las actuaciones.