Repetía Horacio
en una de sus epístolas lo que ya enunciaba Aristóteles en su “Ética a
Eudemo” que la virtud está en el punto medio, que la virtud está en el
equilibrio entre dos extremos. Los clásicos en su búsqueda de la sabiduría, de la
belleza, de la ética y la proporción
acuñaron esta máxima la cual ha llegado hasta nuestros días para señalar el
deseable comportamiento en las acciones de los humanos. El juez para ser
virtuoso tiene que aplicar la justicia de modo equilibrado. El profesor
virtuoso es sabio porque consigue
introducir valores y enseñanzas en sus alumnos que los alejen de los
aspavientos y la excentricidad. El político es valioso cuando busca en su
acción a la mayoría de los ciudadanos para su bienestar sin olvidarse de acercar a la minoría. En las relaciones
personales se debe tender a buscar también el equilibrio que nos aleje de la frialdad que separa y del histrionismo que nos ahuyenta.
En el equilibrio
esta la virtud, siendo la virtud la
capacidad por la cual somos capaces de tomar decisiones correctas que permitan
solucionar problemas a través de acciones positivas sin tener que violentar a
los demás. Una persona virtuosa sabe ser empática,
también asertiva, justa y
emocionalmente equilibrada. Para Platón
las tres grandes virtudes son la sabiduría,
el valor y el autocontrol. A nosotros nos llegaron fundamentalmente a través de
las religiones como templanza, prudencia, fortaleza y justicia (en el catecismo había una pregunta retórica
que pedía cuales eran las virtudes teologales, a lo que se respondía: fe,
esperanza y caridad).
Hemos mencionado ante a los políticos y he señalado como al buen servidor de las cosas públicas
a aquel que guía su acción a través de la máxima de Horacio “MEDIUM VIRTUM EST”, y esto no tiene que
ver con ser de izquierdas, derechas, centro o mediopensionista, los idearios
existen y siguen teniendo vigencia, así encontraremos a personas enclavadas en
cualquier lugar del arco ideológico que cumplen o no cumplen con la premisa del
equilibrio en su forma de actuar.
Moderación. Esa sería la conducta del equilibrio, e insisto no hablo de ser más o menos conservador, ser
más o menos radical. Ser moderado es ser equilibrado, reflexivo, justo,
prudente (hasta para comer es bueno ser
moderado). Moderada es una persona que huye del péndulo a la hora de
conducir su vida, huye de la exageración o como dije antes no se siente cómoda
ante el histrionismo. De la misma
forma y más en los tiempos que corren es necesario que introduzcamos en la
política de nuestro país el concepto de “virtud” y de la moderación. Moderar
las expresiones, moderar los discursos, aumentar la empatía y defender las
ideas propias con pasión pero sin estridencias. Tener la capacidad de negar las
ideas que no nos gustan con asertividad.
Tenemos que ser más lentos, más poco a poco como dice
el movimiento “slowly”, pensar
globalmente para actuar localmente, cuando menos tener la perspicacia de darnos
cuenta que a veces pisamos el acelerador más de lo que es prudente sin darnos
cuenta que hay otros que llevan la velocidad justa, entonces cuando vemos que
nos hemos pasado de revoluciones tener la grandeza de reaccionar y volver a la
virtud.
Actualmente la situación política en España pasa por
tener un gobierno que no cumple su
programa electoral y si cumple su ideario, lo cual es paradójico y poco ejemplarizante. Lo peor es que en la oposición
tenemos a quienes, a base de políticas también paradójicas y al alejamiento de
la realidad, han perdido la credibilidad
y se van alejando de la centralidad,
y si se pierde la centralidad (la
centralidad del discurso progresista: valores y acciones propias de un partido
que aspira a representar a la inmensa mayoría), es decir se aleja de la
virtud, del médium virtum est y por tanto puede quedar en la irrelevancia de la
que tanto hay que temer.
A los clásicos de Grecia
y Roma les sucedieron los Bárbaros y con ellos llegó el oscurantismo, la
incultura, la pérdida de la virtud. Si no nos ponemos en la tarea de recuperar
en estos momentos esa capacidad de autocontrol,
ese no permitir que la exageración y el extremismo nos lleven de nuevo a la
barbarie, es necesario que busquemos el equilibrio, lo necesitamos como
individuos y como sociedad.
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