Cada cuatro
años se cumple inexorablemente la tradición de que el primer martes después del
primer lunes del mes de noviembre, se celebran las elecciones para elegir al Presidente de los Estados Unidos de
América. Es un país que teniendo una escasa historia temporal, apenas 236 años
desde la declaración de independencia, construye su historiografía con un buen
número de tradiciones y tópicos que cumplen de manera sistemática. Así, el
pasado 6 de noviembre se procedió a la elección del máximo mandatario, elección
que de hecho se convirtió en la reelección de Barak Obama, quien el próximo mes de Enero comenzará su mandato
como el número 45 de los Presidentes de los Estados Unidos.
Hace cuatro
años la elección abrumadora de Obama respondió a una serie de circunstancias
bastante identificables: - La enorme impopularidad de los republicanos después
de un caótico segundo mandato de George W. Bush. – La profundización de una
crisis económica que desde la administración Federal o bien se ignoraba o a la
que se le ponían paños calientes (¿les
suena?) –La capacidad de Obama de integrar a su alrededor a tres segmentos
de población vitales en cualquier elección, su capacidad de comunicar con mujeres, jóvenes y minorías étnicas y culturales. – Y sobretodas estas cosas, la capacidad del candidato y su campaña de crear y mantener entre
la ciudadanía americana unas altas
expectativas sobre el futuro que les correspondería con su elección.
La capacidad de comunicación y de oratoria de Obama se centraba
fundamentalmente en transmitir visión,
ilusión y esperanza. Las propuestas concretas pasaban por elementos de un
gran calado para las gentes pues de producirse realmente conllevarían un cambio
radical en la vida de muchos millones de americanos. Léase entre estas
propuestas la reforma sanitaria que hiciera
universal la prestación de esos servicios. La reforma de la política migratoria que le daba esperanza a millones
de personas hasta el momento ignoradas. Abanderar la lucha contra el cambio climático con la
apuesta de la consolidación de las energías limpias. La progresividad fiscal para favorecer a la clase media solicitando un
mayor esfuerzo a las clases más adineradas. Profundización de las políticas
públicas tan sensibles como en la
educación, el abandono del lenguaje
bélico como primera opción en la solución a los conflictos internacionales…
y todo ello revestido de un aura de sensatez,
sinceridad, honestidad, brillantez expositiva. Daba, en ese momento, la
sensación de que se había encontrado, por fin, el líder mundial que fuera capaz de cambiar la dinámica existente. Las
expectativas que iba creando en todo el globo eran tan altas como altas eran
las prestaciones en cada discurso, en cada intervención del afroamericano.
¿Quién creó
las expectativas, el propio Obama o
fueron los propios ciudadanos en base a lo que veían, intuían o más bien
deseaban? Lo cierto es que cuatro años después el Presidente, o el Comandante
en Jefe como les gustan en llamarle, ha tenido que gestionar, ha tenido que mancharse
los pies de barro y ha podido comprobar que todo es más difícil que construir
un discurso. Así también la ciudadanía ha comprobado que una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo...
Eran tan
altas las expectativas de los
ciudadanos que era imposible que se pudiera llegar a responder a ellas, de esta
forma en su reelección no ha podido recurrirse a esas expectativas por
frustradas (como todo, en su gestión ha
habido claros y oscuros). El votante ha seguido confiando en él, lo ha
reelegido y sin duda porque aun habiendo defraudado en muchos casos, la
comparación con las propuestas del candidato elefante han hecho a la gente a
volver su mirada de nuevo a quien hace cuatro años les hizo tener esperanza, ilusión…
“Lo mejor está por llegar”. Esa fue la
frase que eligió el Presidente en su discurso de la victoria del día 6, una
frase que entronca directamente, una vez más, con aquellos sentimientos y emociones que conquistaron al mundo (por cierto ese es el título de mi entrada
en el blog del 20 de abril de este año “lo mejor está por llegar”). Podemos
decir que ya no crea expectativas, pero Obama sigue siendo una referencia nítida de esperanza para millones de personas en
América y en todo el orbe. Puede que en su fuero interno se esté repitiendo que
no puede responder a las expectativas de la gente, pero ya no es una cuestión de expectativas, es una cuestión de
esperanzas, y la esperanza es lo último que se pierde o que te quitan. Yo
aspiro como persona, ya que no valoro expectativas, aspiro digo, a seguir
teniendo esperanzas y no perderlas, y si no hay que tenerlas que sea porque
te las quiten aunque no te las hayan dado.
Las personas,
la vida, funcionan a base de ilusiones,
esperanzas, anhelos. Yo hubiera votado otra vez por Obama que aunque ya no
despierta en mi persona expectativas, ni me da esperanzas, aún no me ha quitado las que tengo, y si no me las quiere quitar será porque las
quiere mantener.
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