GEOGRAFÍAS HUMANAS

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martes, 19 de febrero de 2013

Ojú que difícil. Decidir


Elegir es una desembocadura natural del periplo vital de las personas. Necesariamente las tesituras en las que nos solemos mover exigen que en un momento determinado haya que proceder a la elección de un camino u otro, una posibilidad u otra, y eso normalmente precisa un procedimiento intelectual dominado básicamente por los dos extremos del péndulo: lo racional y lo emocional. Cada toma de decisiones exige un pronunciamiento de cada una de estas dimensiones y el conflicto surge cuando las estrategias “racionales” nos iluminan en sentido contrario a las “emocionales”. El diablo en una oreja y elángel en la otra. ¿Qué debe predominar?

Supongo que muchos de ustedes habrán visto la película “Una mente maravillosa” donde se narra la vida del matemático y Premio Nóbel de economía John Nash, un tipo genial con una vida tremenda marcada por su esquizofrenia. Pues bien, John Nash entró en la historia con la formulación en la llamada Teoría del Juego del conocido por El Equilibrio de Nash. Este equilibrio, en síntesis, supone que dos personas establecen sus estrategias (en un juego o en cualquier situación donde se compite, aun sin saberlo) de manera abierta, los dos conocen las estrategias del oponente y no la modifican pues ese cambio no ofrece ninguna ventaja o ganancia. El Equilibrio de Nash no conlleva que conjuntamente el resultado sea positivo puesto que hablamos de resultados vistos individualmente.

En las relaciones humanas la elección de las estrategias aunque sean de manera inconsciente tratan lógicamente de establecer ese Equilibrio de Nash, primero conociendo la estrategia de interlocutor y a partir de ahí obtener los mejores resultados con la estrategia propia. La elección de las estrategias o las acciones es un momento importante para el resultado final. Volviendo al interrogante ¿Qué debe predominar la estrategia racional o la emocional? La toma de decisiones es un proceso para elegir entre opciones. La elección del camino a seguir, el mismo proceso para tomar la decisión es lo más importante y por consiguiente deben evaluarse distintas alternativas de acción en el proceso puesto que si no hay alternativa no existe decisión, sería un algo preestablecido y sin posibilidad de escapar a sus consecuencias.

Conocer, intelectualizar, analizar el problema a resolver es necesario, una decisión importante adoptada sin haber trabajado el problema en su comprensión puede conducir a un grave error que traería consigo posibles graves consecuencias o repercusiones, así que en primer lugar es exigible tomar conciencia del conflicto, duda, problema a resolver, analizarlo y comprenderlo para en segunda instancia o incluso en paralelo visualizar distintas alternativas de acción. Señalemos en un enunciado las etapas más importantes en la Toma de Decisiones.

1.- Identificar el problema
2.- Comprensión del mismo
3.- Aclarar lo prioritario en su resolución
4.- Visualizar alternativas de solución y evaluarlas
5.- Elegir la mejor opción
6.- Ejecutar la decisión
7.- Evaluación de los resultados ante la decisión adoptada

Este es un esquema a desarrollar, para no extenderme demasiado solo decir que aunque nos parezca bastante obvio la realidad es que pocas veces somos capaces de completar estos procesos y la impulsividad es la norma común en nuestro comportamiento. En esa elección convendría: Tener conciencia de las experiencias previas ¿Qué decisiones se tomaron? ¿En que se acertó? ¿En que se equivocó? Es decir aprender de las experiencias vividas. Organizar la balanza entre lo que deseo y lo que se ofrece, incluso a modo de check list. Y por último, tomada la decisión, desarrollar una estrategia que aporte a través de su equilibrio la mejor de las soluciones.

En definitiva aunque nuestros deseos, ilusiones y expectativas son constructos emocionales, no es menos cierto que la toma de decisiones precisa de un espacio racional que acompañado de la introspección necesaria nos aporte luz a lo complejo y aparentemente oscuro. Hay que pensar con la cabeza y de corazón porque aunque a veces “el corazón tiene razones que la razón no entiende” no esta de más el intentar no dejarse llevar por el tsunami impulsivo o cuando menos tener intacta la capacidad de que podamos manejar el control de la nave para evitar disgustos postreros. Hay que evitar la locura transitoria, esa que nos ciega la razón y de la que nos arrepentimos cuando vuelve la cordura. Ese veneno es peligroso.

Nada es fácil, pero el principio básico es no perder la perspectiva de lo que uno quiere, es decir, cual es el objetivo centrándome en las consecuencias del resultado final de lo que realmente queremos para después ir componiendo el camino sin prostituir sentimientos, formas de pensar, ser… ¡Ojú que difícil!

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